CAPÍTULO CUARTO |
Para hablar con la
imaginación
se necesita mandar
a la mente,
y juntar la línea y
la dimensión
entre tu mundo y el
que está presente.
Lía
El autor del cuadro es el pintor, "JOSE ÁNGEL RUIZ GONZÁLEZ"
Es la representación en pintura de una de las montañas del Anapurna.
Elegí, precisamente este porque me pareció que allí , en en la cima de esa montaña, seguro, seguro que la línea y la dimensión del mundo, están presentes.
Es la representación en pintura de una de las montañas del Anapurna.
Elegí, precisamente este porque me pareció que allí , en en la cima de esa montaña, seguro, seguro que la línea y la dimensión del mundo, están presentes.
El trabajo, los amigos y la diversión
Así cerró Lis una etapa de su vida y
abrió otra, abrió otra etapa, pero cerró su corazón, a todo lo que no fuera de
este mundo, Y un poco también cerró su imaginación. Ya no se le ocurrían cosas
lindas y llegó a la conclusión de que para escribirlas feas y heladas, ni
siquiera tendría que haber ocasión.
Así se dedicó a su trabajo, a sus
amigos y también a la diversión, que antes ya practicaba, pero ahora tenía que
tomar una nueva dimensión.
Lis no se amilanó, y trató por todos
los medios de no perder, con el mundo, la comunicación. Se dedicó a comprar
cosas que no sabía muy bien para qué servían, pero así entretenía su
pensamiento y su imaginación. Siempre había en su casa un objeto que era digno
de admiración, y hacia él dirigía Lis sus miradas, cuando del trabajo llegaba y
ya tenía poca opción. Ese objeto era el teléfono... Si Blas llamaba... Si Blas
se acordaba... Pero al pronto esos pensamientos los desechaba, porque sino, la
reñía su amigo el sol. A la calle se iba a pasear, a mirar o a sabe Dios que.
El caso es que siempre se encontraba algo, o a alguien con quien poder pasar
esas horas, que antes, pasaban en un “tris”, y ahora no parecían terminar.
Un día, cuando llegó a casa, estaba
encendida la luz del contestador. No
supo por qué , pero el caso es que se echó a temblar, y casi no acertaba a
escuchar. ¡Era un mensaje de Blas!. ¡Había llamado!. ¡Y la quería ver!. Pero al
momento se volvió a cabrear:
¿Por qué Blas llamaba cuando sabía que
ella no iba a estar?. Se fue cabreando cada vez más, hasta que su amigo el sol
le guiñó un ojo y le dijo:
_Pero te llamó... Coge el mensaje y
vete con él. No le chilles, ni le armes bronca, ni dejes que te la arme él.
Pero arregla lo que liasteis, porque si no, no te vas a desprender de su
recuerdo, ni de él.
Lis frunció el entrecejo y se dijo:
_Pero ¿cómo mi amigo sabe de máquinas,
teléfonos y mensajes?.
Lo pensó un par de veces, vio una luz
amarilla en su nariz y se volvió a decir:
_Mi amigo el sol sabe de todo.
Así y todo, miró de reojo a su amigo,
pero obedeció. Se arregló, se pintó, vistió sus mejores galas (tampoco es que
tuviera muchas, pero...sabía usar las que tenía) y al encuentro de Blas se
dirigió.
Y ¡Menudo encuentro!. Ni hola se
dijeron. Ninguno de los dos habló. Lis pasó revista a lo que se veía de Blas, y
ni pío. Más de cuatro cosas no le gustaron, pero se las aguantó, Y más de
cuatro cosas se le ocurrieron para decirle, pero dentro muy dentro las encerró,
no se fuera a enterar el sol, y según era de indiscreto, a Blas, se las dijera
y más y mejor.
El encuentro pasó sin pena ni gloria.
¿Ustedes saben cuál puede ser el encuentro de dos amigos, que en un mes no se
ven?. Pues éste fue lo mismo, con los saludos de rigor; unos vinos y amén.
Lis marchó para casa más cabreada
todavía. Ella pensaba que aquello ni funcionaba ni funcionaría. Se pasó la
noche pensando en como aquello se arreglaría, si es que se podía arreglar,
porque ya, ni se lo creía.
A la mañana siguiente se levantó y
marchó a trabajar, y ahí que a media mañana, se le ocurrió llamar a Blas. Con
mucha cautela Lis cogió el recado y por la tarde, cuando acabó su trabajo,
tenía la intención de ir a reunirse con Blas en el sitio anteriormente
acordado. Pero se llevó una sorpresa, más que una sorpresa, un susto. Blas
estaba esperándola en el sitio de costumbre; donde la esperaba antes de tener
el gran disgusto.
Le dio un beso, y las cosas se
retomaron como si no hubiera pasado un mes de cabreos y acabaran de estar juntos.
De todos modos, con el beso, a Lis ya
casi se le había olvidado. Aquel día, acabó con un paseo romántico, por la
orilla de aquel río que tenía aquel puente tan grande, que a Lis se le antojaba
como el techo del cielo cuando estaba, con su amor, debajo.
El paseo acabó con una flor que Blas
cogió de una jardinera y que a Lis le pareció la más bonita de aquella
primavera. Y que por cierto, también en todo aquel tiempo, Blas no le había
regalado ninguna. ¡Aquella era la primera!.
Aquella primavera pasó muy deprisa. Lis
vivía en una nube que nunca se enfriaba, porque de vez en cuando le mandaba
recados al sol con su amigo el gorrión, para que cuidara y acunara su nube. Y
su amigo el sol le enviaba con un rayo su contestación. Lis sabía coger los
rayos que le enviaba el sol, y tenía más de mil en su corazón.
Aquí voy a hacer un inciso y me voy a
dirigir a mi amiga.
No sé si tú sabes coger los rayos del
sol, pero si no lo sabes, prueba, y verás como desde entonces la vida tiene mil
y más de una razón, para ver los problemas pasar y quedarte con esa razón
mermada, pero nunca, nunca, podrán quitarte la ilusión.
¿Qué cómo se cogen los rayos del sol?.
Se cogen al vuelo. Te asomas a la ventana y le guiñas un ojo al sol. Entonces
verás volar al gorrión, al aire salir detrás, a la flor entusiasmada colorear.
Despertará la mariposa y te dirá: ¡Vente conmigo a soñar!. Entonces el sol te
prestará sus gafas, y con él debajo del brazo, con la mariposa, despierta,
soñarás.
Si haces esto, y te acostumbras,
querida amiga, serás como Lis, que vivió una vida feliz, con problemas y
alegrías, pero sobre todo con una imaginación, que le sirvió de coraza contra
las malas artes del mundo, y que gracias a ella, jamás, jamás, nadie, nunca
pudo arrancarle la ilusión que le pusieron al nacer, y que acabó siendo su
mayor poder.
Pero sigue leyendo, porque la vida de
Lis dio mucho de sí, y una cosa es la que está aquí escrita, y otra muy
distinta, la que se puede componer con otras cuatro ideas más y un montón de
imaginación, se puede novelar la 2ª parte de la vida de Lis.
Yo termino ésta, que sería la 1ª. ¿Por
qué no escribes tú esa 2ª, y me la envías en otra ocasión?.
Así seguimos escribiendo, contemplando
a Lis con su ajetreada vida y lo que de su parte estaba poniendo. Blas tenía la
vida más estudiada y por eso, las sorpresas las ponía Lis, que cuando le
parecía, con una llegaba.
Y hablando de estudiar. Blas trabajaba
y estudiaba. ¡Y lo que estudiaba!. En teoría también debía de estudiar Lis,
pero solo era en teoría, porque en la práctica, Lis soñaba. Ya estudiaba Blas.
Y Lis creía que con eso, llegaba.
Corría por entonces el mes de abril, de
aquella primavera distinta, en la que a Lis no le importaba ni el trabajo
lejos, ni las horas de sueño, ni los madrugones previos, ni el llegar tarde, ni
el ir y venir de lejos, si al final Blas la esperaba y la llevaba a aquellos
sitios de ensueño, donde se veía el aire, se oía el gorrión, suspiraba la camelia
y en su oído, sonaba un ¡te quiero!, como puede sonar en una cálida noche, el
canto del ruiseñor.
Sonreían por entonces las flores, que
eran amigas de Blas, y desde sus jardineras y jardines, algunas le ofrecían,
con mil amores, un regalo para Lis, que al punto las recogía, y con un abrazo y
un beso, que no se acababa nunca, a Blas le agradecía el detalle, mientras una
rosa se reía, y contemplando el espectáculo, les ofrecía un guiño amable.
Así empezaba el paseo. En una mano la
flor y la otra de la de Blas. Las calles de la ciudad, a Lis, le parecían
veredas donde la hierba y las flores eran testigos de sus amores, y de vez en
cuando, confundía la luz de las farolas con los rayos de su amigo el sol, y el
viento con el halo que deja con su vuelo , al pasar, una paloma.
Y hablando de palomas. Lis tenía
palomas y palomas, que de vez en cuando cogía entre sus manos, y susurrándole
al oído, le volaba a Blas algún mensaje, que la paloma transmitía íntegro y se
volvía subida en su espléndido carruaje.
Empezaba ya a salir el sol, y cuando
podían, se iban a su playa. Una playa que tenía un paseo largo, tan largo, que
nunca se acababa. Ya al atardecer, por allí, por aquel paseo se decían su amor,
sus cosas bonitas, que luego Lis pintaba, como idilio que pinta el pintor,
cuando en una pareja se ve que canta el amor.
UN CLAVEL |
Si
te suena un cascabel
y ves a un gorrión
volar,
¿por qué no pueden soñar
las puntillas del clavel?.
Amor desprende el laurel
mirando para el azahar,
que huele en su imaginar
igual que huele la miel.
Y así con su amor
juntitos
clavel e imaginación,
sueñan lugares bonitos.
Construir una mansión
donde el aire esté
clarito,
y que arrope su ilusión.
Ese paseo terminaba en una cala
pequeña. Una roca allá al final, dibujaba lindos arabescos, con huecos que
había construido el mar, donde Lis y Blas se escondían para que a su amor ni le
vieran. Ni le pudieran tocar.
Alguna vez, les sorprendieron las
estrellas, que en su largo caminar, descubrían su escondite, y con su luz, más
bien, a molestar.
Lis las miraba cabreada, y ellas,
guiños le hacían al pasar, prometiendo envolver aquel amor, que ya para
entonces, estaba a punto de su sueño realizar.
Blas era su amor y lo sabía, y también
lo sabía explotar. Lis se empezaba a dar cuenta de por aquella, que el amor,
también tenía una manera más material. De esa manera, se encargaba Blas. Y
también era bonito por algún rato despertar en sus brazos, y que te pusiera
coger, besar y abrazar.
Pero... Y como siempre hay un pero en
la vida que entorpece la labor; también entre Lis y Blas llegó el tropiezo, que
otra vez puso a tambalear su amor.
Una noche y por el paseo lindo de la
playa, se montó una bronca monumental, donde se llamaron de todo, e incluso,
los insultos llegaron a aflorar.
Lis se fue para casa sola, sin
despedirse de Blas, con un amigo que la llevó, porque hasta pena, le debió de
dar.
Hasta el portal de su casa le fue
llamando de todo lo que pudo, lo habido y lo que ya no se podía llamar.
Entró en casa de un portazo y al amigo,
lo dejó en la escalera, sin más.
Los amigos de Lis, ya mucho no se
extrañaban, pero aquella vez pensaron que la cosa era seria y hasta podía
degenerar.
Del portazo que pegó, se despertó el
personal y hubo bronca colectiva para
todos y, para alguien más , si se quería apuntar.
Esa noche Lis no cenó, se fue a la cama
sin pestañear. Cerró la puerta y la ventana para que nadie, nadie se pudiera
colar.
La puerta cerrada, para que no la molestaran, porque siempre
había alguien que te venía a aconsejar. Y ¡para consejos estaba Lis!. ¡Con la
puerta le podía dar!.
La ventana. Se aseguró de que la
persiana estuviera corrida, sin un resquicio, nada de nada. Por si su amigo el
sol, llegaba de madrugada a prestarle ayuda, a secar sus lágrimas, a colorear
su carita y hasta a prestarle sus gafas.
No quería ver a nadie, pero a nadie de
nada.
Se pasó la noche en blanco, tratando de
entender el por qué habían reñido, el por qué se habían peleado. Reconoció que
ella había sido la peor, la que más se cabreó, la que más se peleó y hasta la
que más insultó. ¡Era “buena” Lis cabreada!. Pero seguro, seguro que algo dijo
Blas, o más bien algo hizo, que pilló a Lis en otro mundo, y de repente, tuvo
que aterrizar. Por seguro que la culpa la tenía toda Blas. Luego volvía a
pensar y a recapitular y... bueno, alguna, una poquita, podía tener ella, pero
¡era tan poca!, que por eso nadie se podía enfadar. Se pasó la noche pensando
en...
1-
¿por qué se estropeó su paseo, su playa
y hasta negra se puso la arena del mar?
2-
¿Por qué ese día no vieron juntos la luz
de la estrella que todos los días acunaba sus besos y envolvía sus abrazos con
un papel de plata lisa que parecía brillar?
3-
¿Por qué no vieron agarraditos, la luz de la última farola, bailar en el agua
del mar?
4-
¿Por qué no saltó la sirena que todos
los días les enseñaba su hogar?.
5-
Por qué se arrugó la arena, y se puso
cortante como el filo de un cristal?
6-
¿Por qué Lis se quedó sin palabras
bonitas. Aquellas palabras que dejaban a Blas un poco perplejo y “aturrullao”?.
¿Y para más allá?.
7-
¿Y por qué hasta la luz del faro se puso
al revés y miraba para atrás?.
Saben ustedes cuántos ¿Por qués? Pensó
Lis aquella noche, pues miles y cientos de miles y los volvía a pensar, una y
otra vez. Y lo malo es que siempre encontraba la misma respuesta, y la culpa
siempre, siempre la tenía Blas.
De madrugada llegó su amigo el sol. Una
estrella le había soplado el tamaño “revolcón” que había llevado su amiga, y en
un momento se plantó en su ventana con rayos, consejos y calor a montón.
Llamó en su ventana y no obtuvo
contestación. Arañó su persiana y Lis le mandó un bofetón. Puso en la esquina
de su cama a su lindo gorrión, y Lis, testaruda, tapó los oídos y le dio un
pisotón.
El sol no se amilanó. Le hizo
cosquillas al aire para que el aire calmara su sofocón. Puso rocío en la rosa,
para que la rosa limpiara su decepción. Puso perfume en su mano, para que su
mano le hiciera una invitación. Y por fin, puso cariño en sus labios, para que
sus labios entonaran una canción.
Y cuando Lis se dio cuenta, estaban sus
labios silbando, silbando las notas de aquella canción que le cantaba su amigo
el gorrión.
Se levantó deprisa y a trompicones,
abrió la ventana, de un manotazo subió la persiana y se encontró con la cara
sonriente de su buen amigo el sol, que estaba esperándola, parapetado tras de
una nube, no le fuera a caer un buen chaparrón.
Lis estaba cansada de llorar y llorar,
así que al ver a su amigo, casi, casi respiró. Empezó a llorar otra vez y el
sol la dejó un ratito, y luego la llamo al orden y le dijo:
_¿A qué viene eso de tanto llorar?. Me
vas a secar el rayo que para tu carita encargué al marchar.
_Te esperan tus amigos: La estrella, la
sirena, el gorrión y hasta la arena del mar. Por si lo has pensado y quieres mandarle
un recado a Blas.
Lis se tranquilizó. El sol le limpió
las lágrimas, le secó la cara y le prestó sus gafas. Así Lis se puso a pensar
en lo que podría decirle a Blas. Asomada a la ventana y con el aire detrás,
ideó unas cuantas historias, que con un beso de amor, se las envió a Blas
envueltas en ese papel de seda que le buscaba la sirena, en un arca que tenía
en el fondo del mar.
Pero aquel día, le falló el sistema y
Blas no recibió el recado. O si lo recibió, no le hizo ningún caso.
Lis se cabreó y le echó la culpa al sol
y al viento:
1º Al sol, porque no calentó la mano de
Blas.
2º Al viento porque no supo llegar a
tiempo.
Así que les dijo un par de “lindezas”,
por las que también se enfadó el viento, que se puso a resoplar y el pelo de
Lis quedó tieso en un momento.
El sol tuvo que contemporizar y poner a
los dos firmes rápidamente, porque el carácter de Lis, solo lo domaba el sol, y
para ello tenía que emplearse a fondo, utilizar sus rayos y atarle el
pensamiento.
Al ratito, y ya un poco más tranquila,
se empezó a poner triste, porque ya veía que el asunto era serio. Se pusieron a
pensar, Lis, el sol y el viento, en como podrían solucionar lo que mala
solución tenía, al menos de momento.
Así, pensando y pensando, no
encontraron solución, porque a Blas no se le ablandaba el pensamiento. Y ya
vieron que iba para largo, porque Blas, no entendía mucho eso de los
sentimientos.
Los amigos de Lis se encogieron.
El sol dejó de lucir y se apoyó en la
nube, que con sus bolitas de nieve, calmaba la sed que le producía el ver
sufrir a su amiga, que abandonó la estrella que envolvía su amor, porque su
amor en un “plis”, había volado como una centella.
Al viento se le olvidó soplar, como
soplaba él, cuando el aire le decía:
_”Despéjame el camino hasta el mar
abierto”.
La nube empezó a llorar porque ya no
hacía falta brillar; y además había que tapar al sol, porque par lo que había
que lucir, mejor era nublar.
A Lis y a Blas les extrañó la estrella,
les extrañó la roca, les extrañó la arena, y también les echó en falta la
sirena, que se pasaba el atardecer dormida, esperando que en el agua resonara
un poema.
Poema que Lis tenía en el alma, pero
que le sonaba poco sincero, porque cuando el alma está triste; ni con
cascabeles suena el pandero.
Así y todo Lis no dio por finalizado su
amor y lo siguió intentando, pero ahora dejaría pasar un tiempo. Pondría en
orden sus cosas, y también ordenaría su pensamiento. Le haría caso al sol,
disfrutaría de cada momento, y si el momento era feliz, mejor, porque la felicidad
tampoco borra los lamentos.
Desayunó, se arregló, se despidió de
sus amigos y les encargó que vigilaran a Blas, que lo cuidaran, no fuera a ser
que todo quedara en papel, y el papel con el agua se esfumara.
Ella no quería que Blas fuera su amigo,
y mucho menos su enemigo. Ella quería que fuera lo que tenía que ser, y eso, se
lo encargaba al sol, a la nube, al lucero y a la estrella; al agua del mar, al
azul del neón y a la sirena, para que vigilaran a Blas, no se fuera a liar con alguna de las que solía encontrar, y
luego otra vez a volver a empezar.
Lis prometió no verlo, ni dirigirle la
palabra en todo el tiempo que durara lo que ella iba a ordenar. Pero también
encargó a sus amigos que lo vigilaran, no se fuera ni un pelo a pasar, y luego
hubiera que poner puntos donde no había “ies”, y todo se fuera a desmoronar.
Lis tardó, pero se empezó a animar. Y
cuando uno se anima, la poesía, tarde o temprano suele llegar, como llega la
brisa que, tarde o temprano acaricia el agua del mar.
QUERER AL MOMENTO | |||
La brisa llamó al mar
por si `podía ordenar el
sentimiento,
el sentir del juglar,
juntaba a Lis y al viento,
y los ponía a querer; en un momento.
Lía
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