Después de tantos avatares por los que pasamos, llegó el día de poner punto final a mi novela.
les pido disculpas por no poder ponerla seguida en el tiempo. Pero otros acontecimientos pasaron por el medio, y como bien es verdad que yo hice un proyecto para publicarla............Pero no conté con Dios y La Vida que se colaron por medio.
Ustedes perdonen. Al final pueden terminar de leerla.
Y también pueden opinar sobre lo que les ha parecido, y sobre ella.
FINAL
Una rosa suspiró |
y se estremeció el rosal,
y una y otra y otra más
se enlazaron con azahar.
y una y otra y otra más
se enlazaron con azahar.
De un ramo
quiso nacer
y costar un
capital,
su color rojo
pasión
hasta allí lo
llevó el mar.
Y el agua y
la rosa juntos
con amor
hasta el final,
tejieron
redes muy finas
¡paredes para
su hogar!.
que sujetaran
cariño
clarito como
el cristal.
Lía
Y llegó el gran acontecimiento
Así llegó el día anterior al gran
acontecimiento.
Por la mañana Lis se vistió bonita.
Estaban los dos en su casa y en su tierra
Ese no era un día como los demás. Su
mami le dio, lo que a ella en su día le habían dado. Un consejo enorme que dejó
a Lis un poco pensando, pero al mismo tiempo, no se extrañó demasiado. Decía su
mami:
_Lo que hagas hoy, será para
siempre, porque a Dios, no se le engaña ni de una, ni de otra manera. Lis lo
guardó en su alma y llamó a sus amigos para que le ayudaran, porque sola se
embarulló y no sabía si pintaba las uñas, o pintaba la cara.
Pero con el tropel de amigos que
tenía Lis, en un momento, estuvo linda y radiante, con su melena recién lavada
y con un lucero en las puntas que la realzaba. Sus ojos parecían dos almendras
que se hubieran instalado en su cara. Su chata nariz, estaba un poco respingona
y aleteaba en su cara feliz. Sus labios estaban rojos como el alelí (aquí la
sirena se había pasado prestándole su carmín). Pero entre todos habían hecho un
trabajo brillante. Hasta habían vestido a “Ita”, que para la ocasión, le habían
puesto en el vestido unos lazos un “pelín” extravagantes.
Así salió lis de su habitación, y
así la vio Blas, que sin mediar palabra, le plantó un sonoro beso delante de
toda la acompañada.
Lis se quedó muda, porque entre
otras cosas, era la primera vez que veía a Blas tan efusivo, delante de gente
que como él decía “no les interesaba”.
Después de un desayuno con la
familia, Lis se puso su zapatos, cogió su bolso, se aseguró que dentro de él
estaba su rayo de sol, que aunque por entonces ya poco brillaba, en su bolso
Lis lo calentaba y él, con un montón de cariño, un ojito le guiñaba.
Y así, los dos juntos decidieron
ante un juez juntar sus vidas, y también juntaron sus reales, para formar un
hogar distinto, pero que caminara siempre hacia adelante.
No podría decir lo que le
preguntaron, o si le preguntaron algo, porque no se enteró de nada. Pero al
final se vio con un libro en la mano, en el que estaban escritos sus nombres.
Bueno, primero estaba el nombre de Blas, como estaría después en muchos sitios
y muchas veces. Eso ella no lo entendía, pero ya para entonces le habían dicho
muchas veces aquello del “ceder”, y bueno, pensaba que también eso iba
implicado en el “querer”.
Aquella ceremonia no fue tan, tan...
como ella se la había imaginado, pero cuando salieron de aquella institución,
el juez los felicitó y les dijo:
_Ya estáis casados.
A lis aquello le sonó un poco raro,
porque en su imaginación, ella vivía con Blas desde hacía... tiempos y tiempos
hasta el más allá. Pero la gente se ve que eso no lo entendía, y ella agradecía
todos los parabienes que le decían.
Su papi estaba un poco triste. Su
familia no entendía aquello de que ella nunca se iría. Solo cambiaba de lugar,
pero que de su casa, su casa de pequeña, donde había nacido, crecido y vivido
feliz y contenta, donde le habían buscado a “Ita” que estaba por ella siempre
atenta. Esa era su casa y siempre, siempre sería también su hogar. Pero también
su familia estaba contenta de verla a ella feliz, que al fin y al cabo era el
objetivo de toda su casa, que siempre habían estado pendientes de ella.
Aquel día y aquella ceremonia se
celebró con una comida en casa de Lis. Era la primera vez que Lis veía juntos a
la familia de Blas y a la de ella. Y ¿quieren que les diga una cosa?. No le
entusiasmó demasiado la idea. Aquel día lo vivió feliz, pero pensó:
_Mejor cada uno en su tierra.
Entre parabienes y atenciones se
pasó el día volando y llegó la noche del día soñado.
Esa noche, y en un ratito que
pudieron escaparse de semejante cantidad de familia y de gente, Lis y Blas se
pusieron melancólicos y un “pelín”, demasiado acaramelados, soñaban con aquella
luna de miel que iba a ser para los dos solos y en la que Lis pensaba que iba a
descubrir los secretos del universo. Tanto la habían pensado, y tanto la habían
soñado que Blas en un momento le dijo:
_¿Y si nos escapamos?. ¿Y si nos
vamos?.
Lis ni siquiera lo pensó, se colocó
el pelo y la chaqueta, y cuando ya hacía los ademanes de irse, Blas volvió a la
sensatez acostumbrada en él y volvió a decir:
Mejor esperamos a mañana. No vamos a
dejar a toda esta gente, y todo el trabajo que nos ha costado, para nada.
Lis protestó, pero no le valió de
nada, porque también reconoció que a estas alturas, ya no tenía lugar la
espantada. Así que se resignó y volvió a lo suyo, que era el amor de Blas.
Aquella noche no durmió nada. Se la
pasó en blanco, entretenida con sus amigos que andaban muy atareados
planchándole el vestido, alisando las arrugas y brillándole el encaje. Pensaba
esa noche en como sería su vida, en como adornaría su casa. ¿Le cogerían las
flores?, ¿tendría sitio bastante para poner todos sus colores? Y ¿también todos
sus recuerdos?.
Enfrente estaba colgado su vestido,
con sus amigos alrededor de él. Estaba su mente en esos pensamientos, cuando
vio brillar en la cintura de su vestido un lucero. Un lucero que le sonreía y
que para ella guardaba algún secreto. El secreto y el misterio lo supo Lis mas
tarde, pasado el tiempo, un secreto dulce y feliz, pero eso se lo guardó para
ella, para su interior y en su día, lo compartió con sus gentes.
De repente oyó llover y se enfadó
con la nube de su almohada. Le iba a dar un bofetón, pero un rayo de sol , le
paró la mano y le dijo:
¿Qué vas a hacer?. A tu amiga, la
naturaleza le manda. Y entre Dios y la naturaleza sabrá, lo que hacen.
Luego le dijo la nube disculpándose:
Perdona por las molestias, pero
aunque me manden llover mañana, te prometo que vas a lucir radiante, aunque sea
entre las gotas de agua.
Dicho esto las estrellas de su cielo
extendieron el velo de tul sobre su cama, y con él las taparon, a ella y a “Ita” que se arrebujó
zalamera y acercó su cara a sus pestañas.
Así se durmieron un rato y al
amanecer, la despertó el sol con prisas. Había llegado ya el día soñado, y
también había mucho que hacer hasta que Lis se viera en la iglesia, al lado de
su amado.
Se levantó prontito y pasó revista a
la gente que hasta su tierra se había desplazado. Casi no vio a Blas, porque no
sabía que cosa, no dejaban que se le acercara. Solo un poco de refilón lo pilló
una vez, y tiempo solo tuvo de darle un beso y hasta mas ver.
Como allí había un gran lío, se
dedicó a su aseo personal. Desayunó y se fue a su cuarto. Contempló su vestido,
su velo de tul ilusión y su ramita de azahar. De la emoción, se puso a llorar.
“Ita” se contagió y lloraban las dos a cual más. En eso, oyeron a la sirena que
pedía permiso para entrar. Secó las lágrimas de las dos, y en la cara de Lis
empezó a pintarle unos ojos color brillante que con su pelo, relucían como dos
diamantes. La sirena maquilló su cara y su nariz, mientras que una estrella
sacaba brillo a sus manos, donde antes, los corales que trajo la sirena se
habían pegado a sus uñas, y ahora con el brillo de la estrella, parecían los
dedos de una princesa.
Un lucero se hizo el remolón y se
entretuvo con “Ita” para poder participar de aquella ceremonia y en aquel
momento salió de su escondite. Con su cola de luz, cogió su vestido y se lo
ayudó a colocar a Lis.
Estaba preciosa. ¡Linda! Y ¡bonita!
Le llamaban sus amigos. “Ita” le colocó los pliegues de la falda, y le puso
encima el encaje. A Lis le parecía que todavía estaba soñando. Cuando de pronto
todos se pararon. Algo había que no encajaba en aquel marco. El velo de tul
estaba extendido en la cama, y la ramita de azahar no quería ni siquiera
acariciar su cara.
Empezaron a pensar y una estrella se
dio cuenta. ¡Faltaba el pelo de Lis!. Alguien llamó y vino la peluquera, y
mientras le iba peinando el pelo, las estrellas, mezcladas con las púas del
peine daban forma y brillo a sus cabellos, de tal guiso, que hasta se asustó la
peluquera que nunca había visto a una novia, brillar de aquella manera.
La ramita de azahar se reía y para
ponerle el velo a Lis, fue a buscar al sol, que estaba negociando con la nube
para que mandara a la lluvia esperar, ¡un ratito más!, para que su amiga
luciera.
Llegó el sol y con gran
majestuosidad, colocó el velo de tul en la cabeza de Lis, lo prendió con la
ramita de azahar a su pelo y arropó el sentimiento de su amiga con tal emoción,
que los allí presentes se callaron, la miraron y entre si comentaron:
_Parece una muñeca vestida de
comunión.
En ese momento entró en la estancia
su familia , poniendo en sus manos un ramo de capullos rojos sujetos con un
lazo blanco. Lis los miró, los olió y en ellos vio el cariño, el valor y el
coraje que en su casa había y que así se lo manifestaban, para que siempre lo
tuviera presente y también para completar su lindo traje.
Antes de salir pensó en “Ita”, que
no iba a poder ver su enlace. En un momento miró a su alrededor, dejó las
flores, se agachó, la cogió y con un inmenso cariño la vistió con sus mejores
galas. Ella solita la peinó y le puso un alfiler de lazo, para que estuviera
elegante. Después miró a sus amigos:
_¿Quién la llevaba sin arrugarle los
encajes?.
Todos se la querían llevar. “Ita” le
dio un beso húmedo y también le dio las gracias, le ayudó a coger sus flores y
se fue con sus amigos en su espléndido carruaje..
También antes de salir volvió a
mirar sus flores y aquel gran lazo. Se abrazó a su mami y le dijo:
_Este lazo servirá para unir las
maravillas del arte, que voy a establecer entre mi nuevo hogar y el tuyo, que
también es el mío de antes.
Y cuando ya no le quedaba nada mas
que mirar ni nada mas que contemplar.
Y cuando sus amigos
la estaban esperando para acompañarla hasta el altar, se acordó que Blas
llevaba ya un buen rato esperándola a la puerta de ese lugar, que ella había
escogido para sellar su amor y también para que, de una vez, la dejaran en paz.
Bajó las escaleras como pudo y
todavía giró a su alrededor una última mirada, una última foto le hicieron, en
la que había sido y siempre sería su casa.
Así se dirigió a encontrarse con
Blas, envuelta en aquella montaña de tules y rasos que a no ser por sus amigos
que le ayudaron, no creía lis que fuera capaz de organizarla.
Llegó a la iglesia y pasó un buen
trabajo para bajar del coche y para bajar los tules. Se cabreó porque vio a
Blas reírse de ella, mientras los demás la contemplaban.
Después muy caballeroso la cogió de
la mano, intentando ayudarla a salir del coche, pero los tules y los rasos
juguetones se enredaron en sus piernas y solo se veían sus zapatos. Lis trató
de guardar la compostura, pero la paciencia se le estaba acabando:
_¿Cómo se saldrá de aquí? Solita se
preguntaba. ¿Dónde estarán...?. Y cuando ya se estaba poniendo seria de verdad,
oyó una risa fresca y jovial, al mismo tiempo que el sol le decía:
_Al final te tendré que ayudar.
Sintió un empujoncito en su espalda
y se vio de pie en el suelo sin mas. Su vestido, un poco arrugado, se estaba
estirando y ahuecando al compás que sus estrellas daban vueltas y más vueltas,
y cogían sus pliegues con la punta de sus centellas.
En un momentito quedó otra vez lindo
y brillante. Blas abría la boca y la cerraba. Nunca había visto a Lis vestida
como una princesa, una princesa de cuento real, como era el de ella. Su
castillo era la ilusión y la magia iba a llegar en cualquier momento. Le dio un
beso a Blas, por si salía del sortilegio en el que se había sumido al
contemplar a su princesa de cuento.
Lis, del brazo de papá, se acercaba
a ese gran lugar, donde Dios y ella iban a decir que sí a su amor, y a ponerle
ilusión por cientos y cientos.
A la puerta se quedó parada. Era
mucha la emoción. Y ya en el atrio se puso a temblar ante la
espectacularidad del momento. Levantó la
cabeza y lo que vio la animó a seguir, aunque había que tener valor para no
salir corriendo.
Lis tenía amigas especiales que le
pusieron lindo el altar. Lazos y flores había para mirar y admirar, una
alfombra roja bajo sus pies y una estrella y un lucero iluminaban sus tules, de
manera que la gente pensó que en verdad la magia, la ponía aquel santo lugar.
Arriba y enfrente del altar, la
esperaba Blas, rodado de flores blancas, como la imaginación de Lis, que en
aquel momento estaba un poco asustada.
Allí estaba su familia, la familia
de Blas, sus amigos y sus gentes, porque nadie debía faltar. Todos contentos y
casi sin respirar, contemplaban el acontecimiento. Pero ella miraba hacia
arriba y le pedía a Dios y a los ángeles del universo que la dejaran al ladito
de Blas y que nunca, nunca se rompiera la magia de su lindo cuento.
Estaba sumida en estos pensamientos,
cuando a los acordes de la marcha nupcial, se vio pegadita a Blas que bajito y
al oído le decía:
_Estás bonita y linda como una
princesa y hueles a mar. ¡Te quiero sirena!.
Lis despertó de repente, le dio un
beso, le guiñó un ojo, colocó su vestido y de repente también vio que en su
cintura seguía instalado su amigo el lucero, que no había perdido detalle de la
conversación y con su media sonrisa ponía algún que otro “puchero”.
De pronto se acordó de “Ita” y de
sus fieles caballeros. Miró y buscó entre el altar y allí, en una esquinita, a
los pies de La Virgen, un sitio le hacía un querubín, que colocaba los lazos de
su muñeca, al mismo tiempo que los dos le decían:
_No te olvides nunca de ellos. Pero
“Ita” no debió quedar muy convencida y en un pergamino que le acercó el
querubín, a La Virgen le escribía:
_Y no te olvides nunca de ella.
Estaban rodeando el altar, la nube,
los luceros y las estrellas, que habían traído un poquito de arena que les dio
la sirena del mar, para que contaran también con ella. Con una punta la
esparció una estrella y con la otra soltó la espuma del mar, que recogió con su
melena la sirena que llegó corriendo al final, para limpiar las ideas de Lis y
de Blas, no se fueran a equivocar por culpa de ella.
El sol se instaló en medio del
altar, de tal modo y manera que aquello relucía como algo poderoso y triunfal.
Con lo cual Lis, al verlos a todos juntos, se sintió tranquila, sosegada y
serena.
El que se asustó fue el
representante oficial, que en su vida había visto semejante escena.
Y así, juntos, agarraditos de la
mano, de pie y como mandan los cánones de estas escenas, Lis no se enteró de lo
que pasaba, estaba mirando como el sol brillaba a Blas que en ese momento le
dio un tirón de la mano y se oyó a si misma diciendo:
_Si quiero...
Sonaron entonces canciones,
palmadas, cascabeles, órganos y hasta tiraban cohetes. Sus amigos estaban
contentos y hasta tuvieron que sujetar a “Ita” porque de la emoción, se iba con
los querubines que la querían subir al mismísimo cielo.
Pero si más tarde le preguntáramos a
Lis, creo que no se acordaría de nada mas de aquel día, porque el resto, pasó
en un suspiro.
Al atardecer se marcharon y
empezaron a formar su particular mundo, un mundo justo, serio y una pizca
picante, porque sin aderezo, hasta la sal sabe sosa y la vida ni brilla ni
luce, y la imaginación de Lis y la realidad de Blas, iban a construir...
EL LIBRO DEL AMOR |
Cuando
es sincero el amor
se construye
día a día,
con mayor
categoría
que el libro
de un gran autor.
Se le
atribuye un valor
y se añade
cortesía,
con un poco
rebeldía
se le cierra
el prendedor.
Y cuando pase
ya el tiempo
y te pongas a
soñar,
siempre
conserva el aliento.
Aquel aliento
del mar
que te lo prestó
contento,
por si
querías amar.
NOTA DE LA AUTORA
continuar la historia. O
mejor dicho:
_¿Lo planteamos al revés?. Invéntate
un entorno, unos personajes, unas circunstancias y dales vida. El resto lo
pondrá tu imaginación. Pregúntale a la naturaleza y ella te forrará de ilusión
para que veas cosas brillantes cuando ya se acaba la razón. Y cuando te quieras
dar cuenta, tendrás ante ti una historia escrita, que no tendrá nada que ver
con la vida, pero que será ¡bonita!... Y en algún rincón lejano de tu vivir, le
puedes buscar un sitio y que ese sitio sea solo para ti.
Después lo podrás releer y dirás:
_¡Esto lo escribí yo! En mi casa,
entre mi gente y con mi imaginación. ¡Lo que se puede hacer añadiéndole
imaginación a la mente!... Un papel blanco, lo puedes convertir en un cajón,
del que vas sacando y sacando y siempre te queda por revolver algún rincón.
Piénsalo bien y decídete. Y por si
no encuentras ningún cajón, píntale a mi novela colorines y que para las dos
reluzca como lucía para Lis, su amigo el poderoso astro sol.
Lía
La última fotografía de la novela, es "ITA", mi muñeca. Hoy por hoy está tan lustrosa y bonita como lo estuvo en su día, cuando me la regaló una persona que ya no está con nosotros, pero que seguro. seguro que allá donde esté, se habrá sonreido al verla tan bonita.
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