lunes, 24 de octubre de 2011

La Ley Natural de Lía


Les voy a enseñar una entrevista que me hizo un periódico de mi tierra este verano, y que en honor a la verdad, yo pensé que nunca la iban a publicar. Pero la publicaron................El diario semanal de Ponferrada BIERZO 7, por medio de Mar Iglesias, una de sus periodistas, hizo un bonito artículo de mis actividades literarias, reflejando en ellas mis anhelos personales y mis recuerdos de niña.
Muchas gracias Mar por creer en mí y al equipo de redacción del periódico por  la publicación.


Es bonito que a una la consideren en su tierra.
Un beso fuerte para ellos desde aquí, y un abrazo grande para todos los amigos que lean la publicación. Y si quieren tb pueden dejar su comentario.

Lía

domingo, 9 de octubre de 2011

Entre el Asombro y la Diversión




No se si lo que van a leer a continuación está colocado de manera ortodoxa. Pero me pareció oportuno mostrárselo para que se entretuvieran. Y también porque mi buen amigo y poeta, Carlos Blanco, me convenció para que lo hiciera.
Así que ustedes perdonen las formas y las maneras, y dispónganse a pasar un rato de esparcimiento, leyendo mi relato. Que por otra parte es tan real como la vida misma.




Lo que este mundo necesita es un poco de maravilla. Y alguien que lo sepa contar, día a día

Lía

































Ponferrada Abril 2011









Lo que voy a contarles a continuación, es una historia que me pasó. Y entre asombrosa y divertida la observé, la pasé por alto, la volví a considerar…Después la estudié un poquito y la comenté con la gente… Y ya saben hay opiniones para todos, y esas opiniones las manifestaban:

-¡Cuánto menos es divertida!!!.

Pero fueron pasando los días, y no me decidía a empezar. Hasta que en un momento determinado alguien me dijo:

-¿Por qué no la escribes?. Y luego me lo dejas leer, que para eso te he dado la idea.

La miré un poco desconcertada y dije:

-¿Crees que merece la pena?.

-Mujer. A lo mejor, así dicho, no. Me contestaron. Pero seguro, seguro que más de cuatro se van a reir con la coincidencia. Y mira, que quieres que te diga, para penas, las que sobran en el mundo. Tú que puedes… ¡Danos una alegría !.

Y no lo pensé más. Cogí mis herramientas de trabajo, limpié un poco mi mente, me encomendé a todos los que me ayudan a escribir y les busqué trabajo en un momento.

Y aquí estamos, ellos y yo, dispuestos a contarles mi experiencia.

Experiencia que no tiene nada que ver con la ciencia, ni tampoco con la espiritualidad, ni tampoco con lo que ustedes quieran pensar…Si quieren…….¡Igual tiene algo que ver con la genética!. Pero con una genética que se equivocó de sitio, se hizo caprichosa, y al cabo de los años se estableció al ladito de mi puerta.



































Una farola encendida

una estrella se divisa,

una luz que se cruzaba

de noche en aquella esquina,

una noche negra y gris

que por la estrella y la luz

dejó de ser gris y oscura.



Y fue porque se cruzaron

dentro de la noche oscura,

la esperanza que lucía

y el camino de la vida,

para que llegaran juntas

a ser solamente una.



Lía







La historia comenzó hace más o menos un año, que es el tiempo que he tardado en pensarla, estudiarla y decidirme a contarla.

Anteriormente ya me había dado cuenta de que en el barrio donde vivo, bastantes personas me saludaban muy amablemente sin conocerlas de nada. Yo decía ¡hola y adiós! También educadamente, pero no sabía quienes eran, ni por qué me saludaban.

Hasta que un día del invierno de 2010, sin ser capaz de precisar el mes del acontecimiento, el asunto llegó a su punto más álgido; pero también es verdad que quedé sumida un poco en el asombro y el desconcierto.

Era domingo. Yo soy católica y cristiana y según mi religión hay que asistir a misa los domingos. Pues vale. Cumpliendo con el precepto, tal y como se dice (porque si no, lo dejas y te apuntas a otros ritos), acudí a la iglesia de S. Antonio, que es la parroquia de mi barrio. Y aunque tengo mis diferencias con las personas que regentan la iglesia, pienso que Dios no tiene la culpa de nuestras tonterías, y por eso acudo a cumplir con él los domingos y festivos.

El edificio de la Iglesia es moderna del todo y para acceder al digamos salón principal hay que subir unas pocas escaleras de cemento, o una rampa metálica que han adjuntado últimamente para las personas que físicamente no pueden acceder a ella. Y lo que en principio es bastante feo y antiestético, resulta bastante práctico y útil para los que no tienen otro medio.

Así que ese domingo del invierno pasado, salí de casa, que está bastante cerca del templo. Nada más salir, me encontré con mi cuñada que vive un poco más allá, y después de los ¡buenos días!, y las ¡holas! Correspondientes nos fuimos a misa como las más normales de los mortales. Subimos las escaleras, se desarrolló la misa con normalidad, y cuando acabó, nos dispusimos a salir de la iglesia como un domingo y un fiel más. Salimos de misa, bajamos las escaleras y nos pusimos a hablar con otras personas que habían hecho lo mismito que nosotras. A muchas de ellas no las habíamos visto desde la semana anterior.

Cuando ya nos disponíamos a reunirnos con nuestros maridos que nos estaban esperando en la plaza que hay delante de la iglesia…se produjo la gran sorpresa.

Se nos acercó una pareja un poco mayor, la sra se separó un poco de su pareja y dirigiéndose a mí me dice:

-Perdone doctora que le abordemos aquí y en su día libre, pero es que no podemos ir al hospital mañana y queríamos hablar con usted sobre la consulta de mi marido.

¡A cuadros me quedé yo!. ¡Me habían confundido con una doctora!.

-Sra. Le dije muy educadamente. Mire usted se ha confundido. Yo no soy doctora.

-Claro como no estamos en el hospital, que estamos en la calle, no nos quiere atender.

Como vi que la cosa iba poniéndose rara, me moví de sitio para que me viera bien y le dije:

-Sra. De verdad que usted se equivoca de persona. Yo no soy doctora, ni trabajo en el hospital. Yo soy maestra y trabajo en el colegio de aquí enfrente.

Y ahí la sra. se empezó a irritar y a poner cara de pocos amigos.

-No si ya te decía yo, le decía a su pareja, que en el hospital es muy educada, muy servicial y cariñosa con la gente; pero como no estamos allí, no nos quiere ni escuchar. Pues no se que más le da a usted, y a nosotros nos hacía un gran favor. Pero ya se ve que los médicos son dioses y no hacen favores.

¡Les aseguro que estuve a punto de cambiarles la consulta para el día y la hora que ellos me decían. Luego llamaría yo al hospital y vería si podía arreglar el equívoco!.

¡Tamaño enfado que tenía la sra. en aquel momento!...

Pero volví a tratar de explicarles que por favor me entendieran, que no tenía ningún interés en perjudicarles, pero que yo no era la doctora y no me podía meter en su trabajo. Cuando de repente el sr., que hasta entonces no había dicho ni palabra, la cogió por el brazo, me miró y le dijo:

-Vamos Mercedes, si la doctora no te quiere escuchar, está en su derecho. Ya iremos al hospital como podamos. Allí son muy amables, pero en la calle son más que nadie.

Dieron media vuelta y se fueron.

Yo me quedé tiesa. Si me pinchan, no sangro, se lo aseguro. Además de estar asombrada, estaba indignadísima, porque encima había dejado a la doctora famosa en un lugar bien feo……………….

¡Lo peor era que no conocía a la doctora, por lo que no podía decirle lo que había pasado, para ponerla un poco en antecedentes!.

Nos reunimos con nuestros maridos y les contamos la aventura. …………¡No se lo creyeron!... Y acabamos riéndonos todos.

Desde allí fuimos a dar una vuelta y a tomar un vino a los establecimientos que tenemos por costumbre los domingos por la mañana. En mi tierra los domingos después de misa, el personal se toma sus vinitos antes de comer. Y al mismo tiempo, comentando lo que había pasado, porque yo todavía no me lo creía.

Y me volví a fijar que había gente que me saludaba, que no la conocía de nada, pero ahora ya sabía el por qué. Antes había pensado si serían los abuelos o los padres de niños que había tenido como alumnos en el colegio durante los años que había trabajado aquí. Y digo abuelos, porque sí que me había dado cuenta que eran casi todos gente mayor.

Seguimos paseando y nos olvidamos del incidente. Mejor dicho se olvidaron, porque yo seguí dándole vueltas a la cuestión. Y lo que más mal me parecía era que los sres. No se habían creído quien era yo. Por dos cosas fundamentales para mí:

1ª Porque yo no tenía ninguna necesidad de mentirles.

2ª Porque, al fin y al cabo, la que había quedado como una soberbia y altanera, aunque educada, era la pobre doctora, sin saber nada de nada.

El día acabó sus horas y las manecillas del reloj marcaban la noche. El sol se había escondido y la noche dominaba ya los espacios del Cosmos que era capaz de alcanzar con mis ojos. La luna iluminaba esa parte oscura de mí, en la que caben los pensamientos no gratos. Y así pensando y pensando decidí decir ¡hola! Y ¡adiós! A todas las personas que me saludaran. Los conociera o no. Por lo menos, ya que yo no era la doctora, no ponerle mala fama. No fuera que al final se enfadara la pobre sra.



La genética más de una vez

te juega malas pasadas,

por los genes que se cambian

o puede ser…

que los genes

busquen acciones cambiadas.



.

Y entonces te enteras de cosas que los demás las ven tan normales, y tú, como poco, las ves un tanto extrañas.

Eso me pasó a mí aquel día, que no fui capaz de ver la situación normal y acabé siendo yo la extraña.





Fue pasando el tiempo y la situación no cambiaba. Y no crean, algunas veces me decía a mi misma:

-Cualquier día se va a enterar la gente de lo que pasa y me van a llamar alguna lindeza.

Pero por otra parte, yo no tenía la culpa de nada. Así que me tranquilizaba a mi misma y ya no trataba de explicar nada a nadie. Contestaba a los saludos y procuraba aligerar el paso para que no me pararan, ni me preguntaran nada.

Un día. Mejor dicho, otro día de domingo y con el mismo escenario de fondo, la iglesia de la parroquia del barrio, me encontré a la salida de misa con unos amigos que…Eso es… Eso tal cual pensé.

Ella es enfermera y trabaja en el mismo hospital que la doctora en cuestión, así que se me ocurrió preguntarle por la doctora, por si la conocía de algo. Así que después de los saludos de rigor, le dije:

-Mira. Tú que eres enfermera y trabajas en el hospital de la Seguridad Social…¿Conoces por casualidad a una médico que trabaja allí, y que se parece mucho a mí?. Y le conté lo que me había pasado un tiempo atrás en aquel mismo lugar.

Ella me escuchó atentamente, y a medida que se lo iba contando, se iba sonriendo cada vez más, hasta que me dijo:

-Si la conozco, es cardióloga y es casi como tú. Es igual de figura, ni más gorda, ni más delgada, con el pelo blanco como tú y con el mismo peinado, con tu misma cara, tus mismas gafas, tu mismo, o parecido estilo, solo que un poco más baja. Pero si no te fijas mucho, pasáis una por la otra perfectamente.

Además antes vivía aquí, en la calle de más arriba que la tuya y andaba mucho por el barrio. Ahora, hace un tiempo, compró un chalet en Sto. Tomás (un pueblecito de aquí al lado) y se ha ido a vivir allí. Por eso como ya no anda por aquí, cuando te ven a ti, la gente cree que eres ella.

Oigan ustedes…………Me quedé de piedra. No me lo podía creer. ¡O sea que era verdad, que la genética había hecho una de las suyas!. Y ahí estábamos las dos para corroborarlo.

Como ya lo sabía fijo, me quedé un poco más tranquila. Mi cuñada se reía de mí y me decía:

-Así que tienes una doble y no nos habíamos enterado. ¡Y encima es médico!. ¿A ver si estás emparentada con la clase alta y no lo sabemos?.

A mi amiga le dije que se lo dijera a la doctora, y que no se extrañara se le contaba alguno se sus pacientes, alguna aventurilla de estas, que se hiciera cargo de la situación y que no se extrañara.

Pero desde entonces se me puso en la mente un pensamiento nuevo, y fue el de conocerla. Tenía que ver frente a mí a aquella sra. que tanto se me parecía, tanto como para que sus pacientes me confundieron con ella.

Lo dije en casa, y como siempre que cuento algo, echaron por tierra mi proyecto y mi pensamiento, pero esta vez no les hice caso. Empecé yo sola a pensar en como la podía conocer.

Ustedes dirán que fácil lo tengo, Pero no crean, no es tan fácil. Siendo médico cardiólogo, solo hay que acudir a su consulta con un volante de tu médico de cabecera. Pero ahí está el primer problema. Yo soy funcionaria del Estado y no estoy afiliada a La Seguridad Social, sino a MUFACE, así que había que pensar otra fórmula.

Y pensando y pensando se fueron pasando los días y los meses y casi se me iba olvidando la historia. Hasta que me encontraba con alguien por la calle que me saludaba muy educadamente, o me llamaban doctora…Y entonces me acordaba que tenía que estudiar la manera de que me presentaran a la famosa doctora.

Empezó a cambiar el tiempo. Ya estaba aquí junio con sus calores y decidí irme a vivir al pueblo, donde hay menos asfalto y el calor del verano es más llevadero. Y también pensé:

-Así, en el pueblo, como ya me conoce todo el mundo, nadie me confundirá con la doctora y no tendré que poner caras serias ni utilizar un lenguaje adecuado y rebuscado..

Dicho y hecho. Hice las maletas y me fui al pueblo. Allí se me volvió a olvidar el asunto de la doctora. Me dediqué a cuidar mis flores, a limpiar y ordenar la casa. ¡La pobrecita llevaba cerrada, triste y empolvada desde el verano anterior!. A charlar con Pipo (Pipo es mi gato), a dar paseos por el pueblo. A ir a comprar a la tienda para enterarme del cotilleo y los actos sociales del pueblo, y a hacer lo que se llama vida social, pero con las gentes del pueblo.

En mi pueblo me lo paso de maravilla, y como ya me conoce todo el mundo, pues no tienes nada que fingir. Estás toda la mañana en pijama, sales así a la calle, te pones una bata y vas a comprar el pan al sr. de la furgoneta. Y a la tienda vas a comprar en zapatillas. Y lo mejor es que nadie te dice nada………….¡Ah, y no te llaman doctora!. Normalmente te llaman por el diminutivo de tu nombre.

Y así me pasé tres lindos meses, sin acordarme que existía otro mundo que no fuera mi pueblo. No me fui ni de vacaciones. La gente me decía:

-¿Este año no vas de vacaciones?.

-¿A dónde?. Les contestaba.

-No se. Como otros años marchabas por ahí, por el mundo adelante…

Yo me quedaba pensando y les decía…

-Es que entre todos los mundos adelante que anduve, no encontré otro más bonito y más tranquilo que mi pueblo. Aquí vivo feliz y no extraño nada. Tengo de todo. Solo necesito…

En realidad tengo todo lo que quiero, así que este año, como vosotros decís, no voy de vacaciones. ¡Ya las tengo!.

Y en esas habíamos quedado. De vez en cuando iba a la ciudad a dar una vuelta, a ver casas grandes y cemento, a comprar lo que en un pueblo no hay y a ver a a los amigos que se habían quedado en ella.

Y así pasaban los días del estío, felices y tranquilos, dentro de lo que es, un pueblo.

Pero un día de estos que fui a la ciudad, me pasé la tarde comprando cosas, que en realidad, la mitad de ellas no las necesitaba para nada… Pero eso es lo que tiene la ciudad. Bueno, pues cuando ya era casi la tarde-noche, el sol se empezaba a esconder y el cielo se quería dormir; iba yo por una de las calles donde se sale de vinos por la parte alta de la ciudad mirando a ver en que sitio se podía entrar a hacer algo de “relación social”, que se llama ahora, con mis colegas; cuando me veo venir de frente a un sr. más o menos de mi edad, muy sonriente y como si me conociera de toda la vida.

Me saludó, me dijo ¡hola! Y me dio un par de besos.

¡De una pieza me quedé yo!.

-¿Cómo estás?. ¡Hace muchísimo tiempo que no te veo. Me dijo. Y seguía hablando…

Yo pensé:

-Pues si debe hacer mucho que no la ves, porque la has confundido conmigo. Pero no dije nada . Hasta que ya, me dejó hablar un momento y le dije:

-Perdone, pero se ha debido equivocar de persona.

-jajajaja… Se echó a reír de forma insistente y me llamó bromista. ¡Qué bromista eres!. Y siguió a lo suyo, que era contar todo lo que había hecho desde que, según él, no nos habíamos visto.

A todo esto yo callada.

Hasta que ya la cosa iba a entrar en el terreno personal, y entonces lo paré y le dije:

-Míreme bien. Creo que se está equivocando de persona. Yo no soy la doctora. Míreme bien y despacio.

El hombre cayó en seco y me miró un poco alucinado. Se fijó en mí y me dijo:

-Pues yo juraría que es…

.Pues no, no lo soy. Se que hay una doctora en el hospital que se parece mucho a mí, pero no soy yo.

-No se parece sra., es como usted. Yo soy su amigo y me confundió el gran parecido que tienen ustedes dos. Perdone por la equivocación y por la impertinencia, pero es que si no lo veo, no lo creo.

El hombre estaba todo azorado y nervioso sin saber como salir del paso. Así que procuré ponérselo fácil para que además no se sintiera ridículo.

Nos despedimos muy amablemente. Yo seguí por donde iba y él también, pero al poquito miré para atrás y él también. ¡Se había dado la vuelta y estaba venga a mirarme porque no se lo creía!.

Así que con estas y otras cuantas anécdotas más, pasó el verano. Acabaron las vacaciones y volví a mi casa de la ciudad. En el barrio y más allá, las personas siguen saludándome muy amablemente y yo les contesto también muy amablemente.

Hasta que un día, pensando y pensando en como podría conocer a la doctora, me acordé que tengo dos amigas que son trabajadoras sociales y que trabajan en el mismo hospital, malo fuera que no la conocieran. Así que dicho y hecho, llamé a una de ellas y le dije lo que me pasaba. Se quedó algo asombrada, y después de escucharme un ratito me dijo:

-Si se quien es la doctora. La conozco y trato con ella de vez en cuando en el trabajo, pero no te pareces en casi nada a ella. Es más, como no sea en el pelo blanco que tenéis las dos, en lo demás no os parecéis en nada. Así que casi me parece imposible lo que me estás contando.

Ahora la que me quedé paralizada fui yo. Porque miren ustedes… La verdad es que personalmente, no conozco a la doctora, por lo tanto no tengo autoridad para decir nada sobre el parecido, pero…¿Y los demás?... Los demás que si la conocen, ¿qué interés van a tener en decirme todas esas cosas, si no creyeran que es verdad?.

¡Menuda historia!.

Total que le dije a mi amiga:

-Tú prepárame una cita con ella, y un día que pueda la doctora voy hasta el hospital y tomamos un café. Nos conocemos y así ya veo yo si la gente tiene razón o no. Y además le digo a la doctora lo que pasa, porque ya me está pareciendo que va a coger mala fama por este equívoco.

Y en eso quedó la cosa. Pero van pasando los días y mi amiga no me llama, ni da señales de vida, cosa que también es un poco rara, porque ella es muy servicial para todo.

Y como nadie daba señales de vida, se me iba olvidando un poco el tema, hasta que a finales del mes pasado se celebró un acto en mi ciudad, en el teatro municipal: “la Gala del Deporte”, y asistí al evento, sin mayores novedades que las que allí se produjeron. Pero al volver para casa, a eso de las 10 de la noche, pasé por una calle que está poco iluminada y un señor que estaba parado hacia la mitad de la calle con su perro me dijo:

-Buenas noches doctora.

Casi me paré en el acto. ¡Otra vez!. Pero no dije nada, le di las buenas noches y seguí mi camino hasta casa. Cuando llegué a ella no conté nada, porque la gente de mi casa lo ven tan normal. Aunque para mí…De normal, no tiene nada.

Y pasaron más días, unos cuantos días más. Y las cosas seguían igual, hasta que hace una semana…Iba yo a clase de música, sobre las 7 de la tarde, y bajando por el puente Del Castillo, en una zona que tiene poca iluminación directa, subían una sra. mayor con una chica joven que luego dijo que era su hija. Cuando llegaron a mi altura, la sra. se paró delante de mí y me dijo:

-Buenas tardes doctora. Mire, ya que la encuentro, le voy a decir que mañana tenía consulta en el hospital con usted, pero…

Yo me sonreí y le dije:

-Sra. yo no soy la doctora. Yo soy…

Pero a la sra. no pareció oirme y me contestó:

Es que se me olvidó llamar por teléfono. ¿Si no le importara y me hiciera el favor?

-Es que yo no soy la doctora. No le puedo ayudar. Le contesté.

Entonces la chica joven, que hasta entonces no había dicho nada, la cogió de la mano y le dijo:

-Mamá no molestes a la doctora que seguro tiene otras cosas que hacer.

Y se la llevó. Y allí me quedé yo pensando en aquello que me dijo mi amiga la trabajadora social: “No os parecéis en nada”… Pues no se yo… O la gente es medio tonta, o mi amiga no ve muy bien…

Cuando llegué a casa lo dije y por poco me echan una bronca. Solo por parecerme a una persona de la que se casi todo, solo me falta conocerla personalmente, pero que por no se que cosas, no hay forma ni manera de que nadie me la presente.

Ahora pensé decírselo a la otra amiga que trabaja en el hospital, a ver si entre una y la otra pueden contactar con ella y arreglamos de una vez el lío que la genética nos ha preparado.

Y luego pensé (será por pensar). ¿Y si tenemos algún antepasado o pariente que no conozcamos y que sea el causante de este entretenimiento?.

¿Por qué puede ser… No?. Pero claro está, si no nos conocemos, no lo sabremos nunca.

Cuando ya estaba a punto de cerrar este pequeño relato, un buen día me llama por teléfono la directora de mi colegio y me dice:

-Anda que el otro día si me descuido paso la mayor vergüenza de mi vida. Íbamos mi marido y yo por la calle del Reloj de paseo y te vi unos pasos por delante de nosotros con unos señores. Adelanté un poco el paso para hablar contigo, y cuando estaba a punto de cogerte por el hombro, te vi hacer un gesto que no me pareció tuyo. Automáticamente me acordé de la doctora que dices, me adelanté y la miré de frente. Y ¡Caramba niña!, ¡Cómo se parece a ti!. Y no te digo nada, pero por detrás es igual que tú.

Me quedé sin habla, porque la directora del colegio está harta de conocerme, y claro está que fue por detrás, pero así y todo………….No se………….

Así que aquí estoy, esperando conocer a la doctora que tanto se parece a mí, o que tanto me parezco a ella.

Y es que la vida tiene caminos que nunca se puede pensar por cual te tocará ir.

Caminos que son mágicos

La magia que destila una poesía,

Que nació contigo en el alma

Y sin saber…

Madrugó como la noche,

Y como la noche

Guarda su sabiduría.



sábado, 8 de octubre de 2011

Dos Corazones


Para una gran amistad
solo son dos corazones,
uno que sueñe tranquilo
y otro...
que proteja tu sueño.

Hace falta una gran mano
donde se junten las ilusiones,
la mía que está empezando
y otra...
que llega naciendo.

Y también faltabas tú
que no estabas en mi pensamiento,
que apareciste un buen día
y dijiste...
¡El amigo de mis sueños!.

Y en esos sueños estamos
juntitos los dos al tiempo,
uno es mi corazón
que es el que sueña despierto,
y otro...
el que llega contigo
que será...
el que proteja mi sueño.

Lía

¡Qué poco se necesita para que dos corazones se junten!!!. La mano de la amistad y la caricia de los sueños.