martes, 18 de agosto de 2015

El Ajedrez



    Cuando yo era jovencita, allá por mis 16… abriles, estudiaba en el colegio y después en el instituto, el bachiller de aquella época; aquel de 4º, 6º y sus reválidas correspondientes.       Luego si querías acceder a la Universidad, tenías que cursar Preuniversitario, el “preu” famoso que estudiabas y aprobabas en el insti, pero luego tenías que revalidar el examen en la Universidad. ¡Y ahí estaba la ciencia!!!!!!!!!!!.
    A mí me  costó 2 años conseguir el aprobado en la famosa Universidad. Pero también es verdad que los títulos de mis carreras, tienen lo suyo. Pero eso ya se lo contaré otro día.         Ahora a lo que vamos.
    Allá por los años 16 de mi vida, estudiaba 6º de bachiller en el Instituto “Gil y Carrasco”  de Ponferrada. Toda la semana vivía en Ponferrada, en casa de mis tíos, Toño y Tere. El viernes por la tarde me iba para mi casa, para mi pueblo, S. Miguel de Las Dueñas, a 7 kms de Ponferrada, donde vivían mis padres; hasta el lunes por la mañana temprano que volvía a la ciudad a mis quehaceres estudiantiles.
    Por aquel entonces, en mi pueblo había bastantes chicos de mi edad . Unos estudiaban fuera y otros no, pero los fines de semana nos juntábamos en el pueblo. ¡Y algo había que hacer!!!. Que estudiar ya estudiábamos toda la semana. Así que a parte de las trastadas de rigor, nos divertíamos yendo al pantano a bañarnos en el buen tiempo, y al baile por la tarde-noche en el invierno. Baile que organizaba el Sr. Adelino en su local-salón todos los domingos.
    De toda la panda que éramos 8, o, 9 solo éramos 3 chicas y una se casó muy jovencita.       Con lo cual quedamos Maite y yo.
    Cuando íbamos al baile mi amiga y yo, no entendíamos que nuestros amigos se fueran corriendo a pegarse literalmente a las otras chicas del pueblo.
    Así que bailábamos un ratito y como aquello ya era todo igual, las dos nos íbamos al bar de Prieto o al de Adelino donde jugábamos con los más mayores a las cartas, al ajedrez y otros juegos de mesa. En el bar de Adelino nos enseñó a jugar a las cartas el dueño del bar, el Sr. Adelino y su cuadrilla. Y en el bar de Prieto aprendimos a jugar al AJEDREZ  de esta manera.
    Nos enseñó el Sr. Martín. Este hombre era toda una institución en el pueblo y en los alrededores. Durante la Guerra Civil había estado en la cárcel y casi lo matan por “Rojo”, que decían en mi pueblo. Pero era una bellísima persona y sabía……………de casi todo.
    Con el tiempo pasado ya, comparaba yo al Sr. Martín con mi padre, y resulta que eran muy parecidos y además, grandes amigos. Solo que mi padre había luchado en el bando “Nacional”. Pero podían haber cuadrado juntos tranquilamente. Eso era una de las cosas que tuvo la Guerra, el separar a los vecinos, a las gentes y a las personas…………………..
¡Fíjense si sabía el Sr. Martín, que sabía jugar al Ajedrez!!!. Que en aquellos tiempos no era cualquier cosa.
    Con todo ello, Maite y yo, los domingos por la tarde, menos en el que encontrábamos plan en el baile, nos íbamos al bar del Prieto o al de Adelino, y al lío.
    Para el Ajedrez, nos íbamos al de Prieto, nos sentábamos en la mesa del Sr. Martín (porque a él no le servía cualquier mesa), y cuando acababa de jugar la partida a las cartas con su pandilla, le pedía a Prieto el tablero y las fichas  y nos concentrábamos en el juego.
¡Tenía una paciencia grandísima!!!!!!!!!!!. Nos dijo como se llamaban las fichas, nos explicó el tablero y lo que significaban los cuadros blancos y negros. Nos dijo como se movían, y como se comían las fichas unas a otras. Y también nos explicaba, ya cuando sabíamos un poco más, algún movimiento de los clásicos del ajedrez, o alguno que había aprendido él en sus muchos años de juego.
    Un día nos dijo que a jugar al Ajedrez había aprendido en la cárcel.
    Fue todo un gran monitor del juego, que se llaman ahora. Pero él no tenía aula para darnos clase, ni cobraba por ello. Por no tener no tenía ni tablero ni fichas; nos lo prestaba el del bar. Y además teníamos de espectadores a los Srs mayores del pueblo, porque los jóvenes estaban en el baile.
    Tampoco teníamos locales de las Asociaciones de Vecinos, ni de La Junta Vecinal, ni de La Casa del Pueblo, ni nada de nada. Teníamos el Bar del Pueblo y los Srs mayores mirando .
    Maite y yo tomábamos un refresco de entonces, y el Sr. Martín un vino. Refrescos y vinos que pagaba él, porque nosotras no teníamos dinero. El que nos habían dado en casa, ya lo habíamos gastado al pagar la entrada del baile, y luego………
    Y así aprendimos Maite y yo a jugar al Ajedrez. Nos costó 2, o, 3 años aprender, porque solo hacíamos esto en el verano cuando estábamos de vacaciones.
    Así llegamos a los 18 años más o menos. Maite se echó un medio novio un día en el baile, y se acabó el Ajedrez y las cartas, y empezaron los castigos de su madre.
    Y digo empezaron, porque nos castigaba a las dos, a ella por tener novios, y a mi por taparla. ¡Menuda era su madre!!!!!!!!!!!.
    Desde aquí vaya nuestro homenaje, el de Maite y el mío, para el Sr. Martín y el Sr. Adelino. Dos de los hombres sabios de mi pueblo. El otro era mi padre que no sabía jugar ni a las Cartas, ni al Ajedrez, pero nos contaba unas historias bárbaras, con moraleja incluida.
    Estas tres personas fueron con Maite y conmigo de lo más AMABLES que se pueden imaginar.
    Desde aquí nuestro reconocimiento.
    Esta foto que les muestro es la del primer tablero de Ajedrez, con sus fichas incluidas, que compraron mis padres para mis hermanos y para mí, cuando ya el Sr. Martín nos había dado el “DIPLOMA” de Superado el Primer Nivel (que se dice ahora), en este juego.
    Era fabuloso, el Ajedrez y Las Damas. Solo que a mí lo de Las Damas no me gustaba nada, por eso, no aprendí a jugar con ellas.

                                                                                                                    Lía


   

                                                                                                          

miércoles, 5 de agosto de 2015

La Luna y El Alba


Estaba viendo La Luna
pegadita a mi ventana,
un brillo que había allá arriba
que no estaba con el Alba,
y que quería coger
para ponerlo en su almohada.

Era un brillo grande, grande
de un color casi naranja,
la Luna se le acercaba
yo mirando en mi ventana,
un abrazo casi idílico
a la Luna, le dio el Alba.

Así se fueron las dos
a su casa grande alhada,
con sus brillos cariñosos
con su cara algo aniñada,
su sonrisa algo traviesa
y yo...
pegadita a mi ventana.


Y es que son Almas Gemelas. La Luna y su amiga El Alba. 
La Luna guarda la noche, hasta que llama El Alba a su ventana.