jueves, 11 de abril de 2013

Final de la Novela



Después de tantos avatares por los que pasamos, llegó el día de poner punto final a mi novela.
les pido disculpas por no poder ponerla seguida en el tiempo. Pero otros acontecimientos pasaron por el medio, y como bien es verdad que yo hice un proyecto para publicarla............Pero no conté con Dios y La Vida que se  colaron por medio.
Ustedes perdonen. Al final pueden terminar de leerla.
Y también pueden opinar sobre lo que les ha parecido, y sobre ella.



                             FINAL


    Una rosa suspiró
             
  
                                 y se estremeció el rosal,
                                 y una y otra y otra más
                                 se enlazaron con azahar.

                                De un ramo quiso nacer
                                y costar un capital,
                                su color rojo pasión
                                hasta allí lo llevó el mar.

                                Y el agua y la rosa juntos
                                con amor hasta el final,
                                tejieron redes muy finas
                                ¡paredes para su hogar!.
                                que sujetaran cariño
                                clarito como el cristal.

                                                           Lía














Y llegó el gran acontecimiento
            Así llegó el día anterior al gran acontecimiento.
            Por la mañana Lis se vistió bonita. Estaban los dos en su casa y en su tierra
            Ese no era un día como los demás. Su mami le dio, lo que a ella en su día le habían dado. Un consejo enorme que dejó a Lis un poco pensando, pero al mismo tiempo, no se extrañó demasiado. Decía su mami:
            _Lo que hagas hoy, será para siempre, porque a Dios, no se le engaña ni de una, ni de otra manera. Lis lo guardó en su alma y llamó a sus amigos para que le ayudaran, porque sola se embarulló y no sabía si pintaba las uñas, o pintaba la cara.
            Pero con el tropel de amigos que tenía Lis, en un momento, estuvo linda y radiante, con su melena recién lavada y con un lucero en las puntas que la realzaba. Sus ojos parecían dos almendras que se hubieran instalado en su cara. Su chata nariz, estaba un poco respingona y aleteaba en su cara feliz. Sus labios estaban rojos como el alelí (aquí la sirena se había pasado prestándole su carmín). Pero entre todos habían hecho un trabajo brillante. Hasta habían vestido a “Ita”, que para la ocasión, le habían puesto en el vestido unos lazos un “pelín” extravagantes.
            Así salió lis de su habitación, y así la vio Blas, que sin mediar palabra, le plantó un sonoro beso delante de toda la acompañada.
            Lis se quedó muda, porque entre otras cosas, era la primera vez que veía a Blas tan efusivo, delante de gente que como él decía “no les interesaba”.
            Después de un desayuno con la familia, Lis se puso su zapatos, cogió su bolso, se aseguró que dentro de él estaba su rayo de sol, que aunque por entonces ya poco brillaba, en su bolso Lis lo calentaba y él, con un montón de cariño, un ojito le guiñaba.
            Y así, los dos juntos decidieron ante un juez juntar sus vidas, y también juntaron sus reales, para formar un hogar distinto, pero que caminara siempre hacia adelante.
            No podría decir lo que le preguntaron, o si le preguntaron algo, porque no se enteró de nada. Pero al final se vio con un libro en la mano, en el que estaban escritos sus nombres. Bueno, primero estaba el nombre de Blas, como estaría después en muchos sitios y muchas veces. Eso ella no lo entendía, pero ya para entonces le habían dicho muchas veces aquello del “ceder”, y bueno, pensaba que también eso iba implicado en el “querer”.
            Aquella ceremonia no fue tan, tan... como ella se la había imaginado, pero cuando salieron de aquella institución, el juez los felicitó y les dijo:
            _Ya estáis casados.
            A lis aquello le sonó un poco raro, porque en su imaginación, ella vivía con Blas desde hacía... tiempos y tiempos hasta el más allá. Pero la gente se ve que eso no lo entendía, y ella agradecía todos los parabienes que le decían.
            Su papi estaba un poco triste. Su familia no entendía aquello de que ella nunca se iría. Solo cambiaba de lugar, pero que de su casa, su casa de pequeña, donde había nacido, crecido y vivido feliz y contenta, donde le habían buscado a “Ita” que estaba por ella siempre atenta. Esa era su casa y siempre, siempre sería también su hogar. Pero también su familia estaba contenta de verla a ella feliz, que al fin y al cabo era el objetivo de toda su casa, que siempre habían estado pendientes de ella.
            Aquel día y aquella ceremonia se celebró con una comida en casa de Lis. Era la primera vez que Lis veía juntos a la familia de Blas y a la de ella. Y ¿quieren que les diga una cosa?. No le entusiasmó demasiado la idea. Aquel día lo vivió feliz, pero pensó:
            _Mejor cada uno en su tierra.
            Entre parabienes y atenciones se pasó el día volando y llegó la noche del día soñado.
            Esa noche, y en un ratito que pudieron escaparse de semejante cantidad de familia y de gente, Lis y Blas se pusieron melancólicos y un “pelín”, demasiado acaramelados, soñaban con aquella luna de miel que iba a ser para los dos solos y en la que Lis pensaba que iba a descubrir los secretos del universo. Tanto la habían pensado, y tanto la habían soñado que Blas en un momento le dijo:
            _¿Y si nos escapamos?. ¿Y si nos vamos?.
            Lis ni siquiera lo pensó, se colocó el pelo y la chaqueta, y cuando ya hacía los ademanes de irse, Blas volvió a la sensatez acostumbrada en él y volvió a decir:
            Mejor esperamos a mañana. No vamos a dejar a toda esta gente, y todo el trabajo que nos ha costado, para nada.
            Lis protestó, pero no le valió de nada, porque también reconoció que a estas alturas, ya no tenía lugar la espantada. Así que se resignó y volvió a lo suyo, que era el amor de Blas.
            Aquella noche no durmió nada. Se la pasó en blanco, entretenida con sus amigos que andaban muy atareados planchándole el vestido, alisando las arrugas y brillándole el encaje. Pensaba esa noche en como sería su vida, en como adornaría su casa. ¿Le cogerían las flores?, ¿tendría sitio bastante para poner todos sus colores? Y ¿también todos sus recuerdos?.
            Enfrente estaba colgado su vestido, con sus amigos alrededor de él. Estaba su mente en esos pensamientos, cuando vio brillar en la cintura de su vestido un lucero. Un lucero que le sonreía y que para ella guardaba algún secreto. El secreto y el misterio lo supo Lis mas tarde, pasado el tiempo, un secreto dulce y feliz, pero eso se lo guardó para ella, para su interior y en su día, lo compartió con sus gentes.
            De repente oyó llover y se enfadó con la nube de su almohada. Le iba a dar un bofetón, pero un rayo de sol , le paró la mano y le dijo:
            ¿Qué vas a hacer?. A tu amiga, la naturaleza le manda. Y entre Dios y la naturaleza sabrá, lo que hacen.
            Luego le dijo la nube disculpándose:
            Perdona por las molestias, pero aunque me manden llover mañana, te prometo que vas a lucir radiante, aunque sea entre las gotas de agua.
            Dicho esto las estrellas de su cielo extendieron el velo de tul sobre su cama, y con él  las taparon, a ella y a “Ita” que se arrebujó zalamera y acercó su cara a sus pestañas.
            Así se durmieron un rato y al amanecer, la despertó el sol con prisas. Había llegado ya el día soñado, y también había mucho que hacer hasta que Lis se viera en la iglesia, al lado de su amado.
            Se levantó prontito y pasó revista a la gente que hasta su tierra se había desplazado. Casi no vio a Blas, porque no sabía que cosa, no dejaban que se le acercara. Solo un poco de refilón lo pilló una vez, y tiempo solo tuvo de darle un beso y hasta mas ver.
            Como allí había un gran lío, se dedicó a su aseo personal. Desayunó y se fue a su cuarto. Contempló su vestido, su velo de tul ilusión y su ramita de azahar. De la emoción, se puso a llorar. “Ita” se contagió y lloraban las dos a cual más. En eso, oyeron a la sirena que pedía permiso para entrar. Secó las lágrimas de las dos, y en la cara de Lis empezó a pintarle unos ojos color brillante que con su pelo, relucían como dos diamantes. La sirena maquilló su cara y su nariz, mientras que una estrella sacaba brillo a sus manos, donde antes, los corales que trajo la sirena se habían pegado a sus uñas, y ahora con el brillo de la estrella, parecían los dedos de una princesa.
            Un lucero se hizo el remolón y se entretuvo con “Ita” para poder participar de aquella ceremonia y en aquel momento salió de su escondite. Con su cola de luz, cogió su vestido y se lo ayudó a colocar a Lis.
            Estaba preciosa. ¡Linda! Y ¡bonita! Le llamaban sus amigos. “Ita” le colocó los pliegues de la falda, y le puso encima el encaje. A Lis le parecía que todavía estaba soñando. Cuando de pronto todos se pararon. Algo había que no encajaba en aquel marco. El velo de tul estaba extendido en la cama, y la ramita de azahar no quería ni siquiera acariciar su cara.
            Empezaron a pensar y una estrella se dio cuenta. ¡Faltaba el pelo de Lis!. Alguien llamó y vino la peluquera, y mientras le iba peinando el pelo, las estrellas, mezcladas con las púas del peine daban forma y brillo a sus cabellos, de tal guiso, que hasta se asustó la peluquera que nunca había visto a una novia, brillar de aquella manera.
            La ramita de azahar se reía y para ponerle el velo a Lis, fue a buscar al sol, que estaba negociando con la nube para que mandara a la lluvia esperar, ¡un ratito más!, para que su amiga luciera.
            Llegó el sol y con gran majestuosidad, colocó el velo de tul en la cabeza de Lis, lo prendió con la ramita de azahar a su pelo y arropó el sentimiento de su amiga con tal emoción, que los allí presentes se callaron, la miraron y entre si comentaron:
            _Parece una muñeca vestida de comunión.
            En ese momento entró en la estancia su familia , poniendo en sus manos un ramo de capullos rojos sujetos con un lazo blanco. Lis los miró, los olió y en ellos vio el cariño, el valor y el coraje que en su casa había y que así se lo manifestaban, para que siempre lo tuviera presente y también para completar su lindo traje.
            Antes de salir pensó en “Ita”, que no iba a poder ver su enlace. En un momento miró a su alrededor, dejó las flores, se agachó, la cogió y con un inmenso cariño la vistió con sus mejores galas. Ella solita la peinó y le puso un alfiler de lazo, para que estuviera elegante. Después miró a sus amigos:
            _¿Quién la llevaba sin arrugarle los encajes?.
            Todos se la querían llevar. “Ita” le dio un beso húmedo y también le dio las gracias, le ayudó a coger sus flores y se fue con sus amigos en su espléndido carruaje..
            También antes de salir volvió a mirar sus flores y aquel gran lazo. Se abrazó a su mami y le dijo:
            _Este lazo servirá para unir las maravillas del arte, que voy a establecer entre mi nuevo hogar y el tuyo, que también es el mío de antes.
            Y cuando ya no le quedaba nada mas que mirar ni nada mas que contemplar.
Y cuando sus amigos la estaban esperando para acompañarla hasta el altar, se acordó que Blas llevaba ya un buen rato esperándola a la puerta de ese lugar, que ella había escogido para sellar su amor y también para que, de una vez, la dejaran en paz.
            Bajó las escaleras como pudo y todavía giró a su alrededor una última mirada, una última foto le hicieron, en la que había sido y siempre sería su casa.
            Así se dirigió a encontrarse con Blas, envuelta en aquella montaña de tules y rasos que a no ser por sus amigos que le ayudaron, no creía lis que fuera capaz de organizarla.
            Llegó a la iglesia y pasó un buen trabajo para bajar del coche y para bajar los tules. Se cabreó porque vio a Blas reírse de ella, mientras los demás la contemplaban.
            Después muy caballeroso la cogió de la mano, intentando ayudarla a salir del coche, pero los tules y los rasos juguetones se enredaron en sus piernas y solo se veían sus zapatos. Lis trató de guardar la compostura, pero la paciencia se le estaba acabando:
            _¿Cómo se saldrá de aquí? Solita se preguntaba. ¿Dónde estarán...?. Y cuando ya se estaba poniendo seria de verdad, oyó una risa fresca y jovial, al mismo tiempo que el sol le decía:
            _Al final te tendré que ayudar.
            Sintió un empujoncito en su espalda y se vio de pie en el suelo sin mas. Su vestido, un poco arrugado, se estaba estirando y ahuecando al compás que sus estrellas daban vueltas y más vueltas, y cogían sus pliegues con la punta de sus centellas.
            En un momentito quedó otra vez lindo y brillante. Blas abría la boca y la cerraba. Nunca había visto a Lis vestida como una princesa, una princesa de cuento real, como era el de ella. Su castillo era la ilusión y la magia iba a llegar en cualquier momento. Le dio un beso a Blas, por si salía del sortilegio en el que se había sumido al contemplar a su princesa de cuento.
            Lis, del brazo de papá, se acercaba a ese gran lugar, donde Dios y ella iban a decir que sí a su amor, y a ponerle ilusión por cientos y cientos.
            A la puerta se quedó parada. Era mucha la emoción. Y ya en el atrio se puso a temblar ante la espectacularidad  del momento. Levantó la cabeza y lo que vio la animó a seguir, aunque había que tener valor para no salir corriendo.
            Lis tenía amigas especiales que le pusieron lindo el altar. Lazos y flores había para mirar y admirar, una alfombra roja bajo sus pies y una estrella y un lucero iluminaban sus tules, de manera que la gente pensó que en verdad la magia, la ponía aquel santo lugar.
            Arriba y enfrente del altar, la esperaba Blas, rodado de flores blancas, como la imaginación de Lis, que en aquel momento estaba un poco asustada.
            Allí estaba su familia, la familia de Blas, sus amigos y sus gentes, porque nadie debía faltar. Todos contentos y casi sin respirar, contemplaban el acontecimiento. Pero ella miraba hacia arriba y le pedía a Dios y a los ángeles del universo que la dejaran al ladito de Blas y que nunca, nunca se rompiera la magia de su lindo cuento.
            Estaba sumida en estos pensamientos, cuando a los acordes de la marcha nupcial, se vio pegadita a Blas que bajito y al oído le decía:
            _Estás bonita y linda como una princesa y hueles a mar. ¡Te quiero sirena!.
            Lis despertó de repente, le dio un beso, le guiñó un ojo, colocó su vestido y de repente también vio que en su cintura seguía instalado su amigo el lucero, que no había perdido detalle de la conversación y con su media sonrisa ponía algún que otro “puchero”.
            De pronto se acordó de “Ita” y de sus fieles caballeros. Miró y buscó entre el altar y allí, en una esquinita, a los pies de La Virgen, un sitio le hacía un querubín, que colocaba los lazos de su muñeca, al mismo tiempo que los dos le decían:
            _No te olvides nunca de ellos. Pero “Ita” no debió quedar muy convencida y en un pergamino que le acercó el querubín, a La Virgen le escribía:
            _Y no te olvides nunca de ella.
            Estaban rodeando el altar, la nube, los luceros y las estrellas, que habían traído un poquito de arena que les dio la sirena del mar, para que contaran también con ella. Con una punta la esparció una estrella y con la otra soltó la espuma del mar, que recogió con su melena la sirena que llegó corriendo al final, para limpiar las ideas de Lis y de Blas, no se fueran a equivocar por culpa de ella.
            El sol se instaló en medio del altar, de tal modo y manera que aquello relucía como algo poderoso y triunfal. Con lo cual Lis, al verlos a todos juntos, se sintió tranquila, sosegada y serena.
            El que se asustó fue el representante oficial, que en su vida había visto semejante escena.
            Y así, juntos, agarraditos de la mano, de pie y como mandan los cánones de estas escenas, Lis no se enteró de lo que pasaba, estaba mirando como el sol brillaba a Blas que en ese momento le dio un tirón de la mano y se oyó a si misma diciendo:
            _Si quiero...
            Sonaron entonces canciones, palmadas, cascabeles, órganos y hasta tiraban cohetes. Sus amigos estaban contentos y hasta tuvieron que sujetar a “Ita” porque de la emoción, se iba con los querubines que la querían subir al mismísimo cielo.
            Pero si más tarde le preguntáramos a Lis, creo que no se acordaría de nada mas de aquel día, porque el resto, pasó en un suspiro.
            Al atardecer se marcharon y empezaron a formar su particular mundo, un mundo justo, serio y una pizca picante, porque sin aderezo, hasta la sal sabe sosa y la vida ni brilla ni luce, y la imaginación de Lis y la realidad de Blas, iban a construir...



EL LIBRO DEL AMOR


Cuando es sincero el amor
                                   se construye día a día,
                                   con mayor categoría
                                   que el libro de un gran autor.

                                   Se le atribuye un valor
                                   y se añade cortesía,
                                   con un poco rebeldía
                                   se le cierra el prendedor.

                                   Y cuando pase ya el tiempo
                                   y te pongas a soñar,
                                   siempre conserva el aliento.

                                   Aquel aliento del mar
                                   que te lo prestó contento,
                                   por si querías amar.

           
           
           

           



 NOTA  DE  LA  AUTORA



Hasta aquí llegué yo querida amiga. Esta novela la escribí gracias a ti. Ahora deberías tu
continuar la historia. O mejor dicho:
            _¿Lo planteamos al revés?. Invéntate un entorno, unos personajes, unas circunstancias y dales vida. El resto lo pondrá tu imaginación. Pregúntale a la naturaleza y ella te forrará de ilusión para que veas cosas brillantes cuando ya se acaba la razón. Y cuando te quieras dar cuenta, tendrás ante ti una historia escrita, que no tendrá nada que ver con la vida, pero que será ¡bonita!... Y en algún rincón lejano de tu vivir, le puedes buscar un sitio y que ese sitio sea solo para ti.
            Después lo podrás releer y dirás:
            _¡Esto lo escribí yo! En mi casa, entre mi gente y con mi imaginación. ¡Lo que se puede hacer añadiéndole imaginación a la mente!... Un papel blanco, lo puedes convertir en un cajón, del que vas sacando y sacando y siempre te queda por revolver algún rincón.
            Piénsalo bien y decídete. Y por si no encuentras ningún cajón, píntale a mi novela colorines y que para las dos reluzca como lucía para Lis, su amigo el poderoso astro sol.

                                                                                                              Lía                                                                                                                                 



















1 comentario:

  1. La última fotografía de la novela, es "ITA", mi muñeca. Hoy por hoy está tan lustrosa y bonita como lo estuvo en su día, cuando me la regaló una persona que ya no está con nosotros, pero que seguro. seguro que allá donde esté, se habrá sonreido al verla tan bonita.

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